En este contexto, surge naturalmente una pregunta: ¿qué se puede hacer que sea
beneficioso, en el sentido espiritual del término? Para responder a esta pregunta,
puede ser ú til recordar primero que en los primeros días del cristianismo, en un
período comparable al nuestro, los cristianos estaban poco inclinados a traer hijos al
mundo: ¿es tan deseable la vida que deseamos transmitirla, a imponerlo, y esto aun
considerando una finalidad espiritual? Asimismo, ¿es deseable transmitir vida en una
sociedad que no respeta la santidad de la vida? ¿No resulta fundada esta reticencia en
el momento actual?
Mientras que en aquellos viejos tiempos de decadencia, muchas mujeres jugaron un
papel clave en la recuperació n espiritual de su sociedad, ¿qué ocurre en la actualidad?
Sobre este punto, en primer lugar, podemos pensar razonablemente que las mujeres
occidentales y occidentalizadas, "emancipadas" desde hace algunas décadas, no
deberían haber perdido totalmente la memoria de una época en la que las madres aú n
conocían la felicidad de tener el tiempo libre para cuidar sus propios hijos. Al
contrario, estas mujeres, estas madres, ¿no sienten en sus carnes que el estado de
trabajadores sometidos a los imperiosos y perversos caprichos del gran capital no es
una tarea fá cil, que ese estado se asemeja en realidad al esclavismo má s sutil
einsidioso al que la humanidad jamá s se ha enfrentado?
Entonces, en este período supuestamente “posmoderno”, una necesidad espiritual se
muestra sin restricciones en todos los niveles. Para dar un solo ejemplo, femenino:
¿no se diría que un nú mero muy elevado de mujeres, reducidas por la torpe magia de
una moda triste al estado de simples hembras, se enorgullecen de su poder, de su
deseo, de una simple afá n de reducirse a muy pocas cosas?: ¿piernas de semidiosas
unidas a la cabeza de un avestruz desorientado por un corazó n de plomo? Ahora bien,
bastaría, quizá s, que estas mujeres leyeran algunos pasajes de los sermones de San
Bernardo de Clervaux, algunos pasajes del Paraíso en la "Divina Comedia" de Dante,
para ser sublimemente inspiradas, de repente, las cualidades supracelestiales del
Amor tal como fue desvelado para edificació n espiritual de todos por estas dos
ilustres cortesanas: ¿comprender en qué altísima y preciosísima estima se tenía a la
Mujer y el papel primordial que le correspondía en estos tiempos casi modernos? (7)
Entonces podrían sacar las consecuencias.
En el siglo XIII, bajo otros cielos, el Hombre Sagrado Shinran, conocido como el
Imbécil Tondu, como se llamaba a sí mismo, quien es visto como el fundador de la
Escuela de Budismo de la Verdadera Tierra Pura en Japó n, solo contempló nada
menos que poniendo los ojos en su consorte Eshin. -ni que la sublime manifestació n
del Bodhisattva Kannon! Si hoy ya no es posible registrarse en el canal que transmitía
las influencias espirituales de los Fieles del Amor, ¡es posible que un desvío singular,
sorprendente, inesperado! por Japó n: a través de un budismo verdaderamente
adaptado a Occidente, ¡realiza a todo ser humano apasionado por un Corazó n Sincero!
¡Que la Mujer sea el Presente Imperecedero del Hombre!
!Que todos los seres obtengan la Paz y la Felicidad ! ! NAMO AMIDA BUTSU !
Reverendo Gaston Bezençon